FOTOGRAFIA

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Cuando alguien no sabe bailar, se dice que tiene dos pies izquierdos; pues bien, debo confesar que, según mi hermana, yo tenía dos ojos izquierdos. Cada vez que tomaba una fotografía o decapitaba o me quedaba con parte de las piernas, toda una sanguinaria con el obturador; si no, parecía que tomaba las fotos en cuevas o caminos subterráneos, cuando no quedaban como si hubiera utilizado al sol de flash. Siempre que alguien tenía la osadía de posar para mí y subía los resultados menos fatídicos a mis redes sociales, recibía el mismo mensaje de mi hermana diciéndome: “Tú no sabes tomar fotos”.

Tras muchas tragedias fotográficas, por casualidades del destino coincidí con mi buen amigo Basilio Silva en la casa de la madre de nuestra amiga en común. No creerán que como en una revelación, decidí que quería aprender de él; no, lo primero que le dije sobre este tema es lo que diría cualquier mujer: ¿me tomas una foto? pues lo que podría pasar era que quedara como Natalia Paris cuando le hizo el shooting frente a la torre Eiffel, y en el peor de los casos, al menos saldrían completas las partes de mi cuerpo y posaría para uno de los mejores fotógrafos que conozco.

Seguí viendo a Basi con cierta regularidad durante su estadía, tras algunos días afortunadamente pensé en mi hermana, que también es fotógrafa, en su salud mental que se afectaba cada que revisaba mis redes sociales y decidí pedirle a este gran artista que me enseñara. Creo que tuvo que armarse de paciencia, porque fue un profesor magnífico, anduvimos por los paisajes urbanos y rurales de Pereira.

Por aquellos días me sentía como la aprendiz más atenta aunque no comprendiera muy bien aún de qué se trataba todo esto; pronunciando la palabra fotografía miles de veces, deteniéndonos en los lugares más inverosímiles para captar con la cámara algo que Basilio consideraba importante, conversando horas enteras sin parar, viendo documentales de fotografía cuando los pies y la gasolina se acababan. Realmente esa temporada fue una experiencia única, la guardo en el álbum de mi cabeza, espero que no me haya quedado tan mal.

Amo la fotografía, mis modelos preferidos son mis hijos y Juan. La fotografía me ha despertado la sensibilidad. Antes veía un simple árbol, ahora veo cómo la luz cae sobre sus hojas y esa escena hermosa que quiero congelar.

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Cuando alguien no sabe bailar, se dice que tiene dos pies izquierdos; pues bien, debo confesar que, según mi hermana, yo tenía dos ojos izquierdos. Cada vez que tomaba una fotografía o decapitaba o me quedaba con parte de las piernas, toda una sanguinaria con el obturador; si no, parecía que tomaba las fotos en cuevas o caminos subterráneos, cuando no quedaban como si hubiera utilizado al sol de flash. Siempre que alguien tenía la osadía de posar para mí y subía los resultados menos fatídicos a mis redes sociales, recibía el mismo mensaje de mi hermana diciéndome: “Tú no sabes tomar fotos”.

Tras muchas tragedias fotográficas, por casualidades del destino coincidí con mi buen amigo Basilio Silva en la casa de la madre de nuestra amiga en común. No creerán que como en una revelación, decidí que quería aprender de él; no, lo primero que le dije sobre este tema es lo que diría cualquier mujer: ¿me tomas una foto? pues lo que podría pasar era que quedara como Natalia Paris cuando le hizo el shooting frente a la torre Eiffel, y en el peor de los casos, al menos saldrían completas las partes de mi cuerpo y posaría para uno de los mejores fotógrafos que conozco.

Seguí viendo a Basi con cierta regularidad durante su estadía, tras algunos días afortunadamente pensé en mi hermana, que también es fotógrafa, en su salud mental que se afectaba cada que revisaba mis redes sociales y decidí pedirle a este gran artista que me enseñara. Creo que tuvo que armarse de paciencia, porque fue un profesor magnífico, anduvimos por los paisajes urbanos y rurales de Pereira.

Por aquellos días me sentía como la aprendiz más atenta aunque no comprendiera muy bien aún de qué se trataba todo esto; pronunciando la palabra fotografía miles de veces, deteniéndonos en los lugares más inverosímiles para captar con la cámara algo que Basilio consideraba importante, conversando horas enteras sin parar, viendo documentales de fotografía cuando los pies y la gasolina se acababan. Realmente esa temporada fue una experiencia única, la guardo en el álbum de mi cabeza, espero que no me haya quedado tan mal.

Amo la fotografía, mis modelos preferidos son mis hijos y Juan. La fotografía me ha despertado la sensibilidad. Antes veía un simple árbol, ahora veo cómo la luz cae sobre sus hojas y esa escena hermosa que quiero congelar.

Cuando alguien no sabe bailar, se dice que tiene dos pies izquierdos; pues bien, debo confesar que, según mi hermana, yo tenía dos ojos izquierdos. Cada vez que tomaba una fotografía o decapitaba o me quedaba con parte de las piernas, toda una sanguinaria con el obturador; si no, parecía que tomaba las fotos en cuevas o caminos subterráneos, cuando no quedaban como si hubiera utilizado al sol de flash. Siempre que alguien tenía la osadía de posar para mí y subía los resultados menos fatídicos a mis redes sociales, recibía el mismo mensaje de mi hermana diciéndome: “Tú no sabes tomar fotos”.

Tras muchas tragedias fotográficas, por casualidades del destino coincidí con mi buen amigo Basilio Silva en la casa de la madre de nuestra amiga en común. No creerán que como en una revelación, decidí que quería aprender de él; no, lo primero que le dije sobre este tema es lo que diría cualquier mujer: ¿me tomas una foto? pues lo que podría pasar era que quedara como Natalia Paris cuando le hizo el shooting frente a la torre Eiffel, y en el peor de los casos, al menos saldrían completas las partes de mi cuerpo y posaría para uno de los mejores fotógrafos que conozco.

Seguí viendo a Basi con cierta regularidad durante su estadía, tras algunos días afortunadamente pensé en mi hermana, que también es fotógrafa, en su salud mental que se afectaba cada que revisaba mis redes sociales y decidí pedirle a este gran artista que me enseñara. Creo que tuvo que armarse de paciencia, porque fue un profesor magnífico, anduvimos por los paisajes urbanos y rurales de Pereira.

Por aquellos días me sentía como la aprendiz más atenta aunque no comprendiera muy bien aún de qué se trataba todo esto; pronunciando la palabra fotografía miles de veces, deteniéndonos en los lugares más inverosímiles para captar con la cámara algo que Basilio consideraba importante, conversando horas enteras sin parar, viendo documentales de fotografía cuando los pies y la gasolina se acababan. Realmente esa temporada fue una experiencia única, la guardo en el álbum de mi cabeza, espero que no me haya quedado tan mal.

Amo la fotografía, mis modelos preferidos son mis hijos y Juan. La fotografía me ha despertado la sensibilidad. Antes veía un simple árbol, ahora veo cómo la luz cae sobre sus hojas y esa escena hermosa que quiero congelar.