En estos tiempos de agitación el estrés se asoma por todas partes, así como las diferentes terapias para combatirlo: chocolaterapia, aroma-erapia, masajoterapia, pues bien, yo he descubierto la tarjetoterapia. Hacer tarjetas es una delicia, además no hay nada mejor que enviar una por la razón que sea y te pregunten: ¿dónde la compraste? ¿qué? ¿la hiciste tú? ¡está divina!
En mi familia nunca se manda a empacar un regalo, sobra decir que comprar una tarjeta es prácticamente un crimen, además creo que el hecho de que las hagamos en casa le da un valor adicional a los regalos, de alguna manera dicen que no hacen parte de una simple formalidad.
A lo largo del año siempre hay una excusa para hacer unas cuantas, así quede la casa como el campo de batalla de una guerra de piñatas. Navidad, cumpleaños de un amigo de mis hijos, quince años de la hija de los empleados de la finca… ya saben, ¡vamos a hacer las tarjetas!
Quiero que sepan lo lindo que es abrir un cajón y ver el arcoíris de tarjetas listo para escribir en él un te amo, te extraño, te pienso, mi más sentido pésame; solo bromeo. Las decoraciones de las tarjetas que recibes también te adornan el alma, mucho más cuando sabes que están hechas con tanto amor por la persona que te la dio.
En estos tiempos de agitación el estrés se asoma por todas partes, así como las diferentes terapias para combatirlo: chocolaterapia, aroma-erapia, masajoterapia, pues bien, yo he descubierto la tarjetoterapia. Hacer tarjetas es una delicia, además no hay nada mejor que enviar una por la razón que sea y te pregunten: ¿dónde la compraste? ¿qué? ¿la hiciste tú? ¡está divina!
En mi familia nunca se manda a empacar un regalo, sobra decir que comprar una tarjeta es prácticamente un crimen, además creo que el hecho de que las hagamos en casa le da un valor adicional a los regalos, de alguna manera dicen que no hacen parte de una simple formalidad.
A lo largo del año siempre hay una excusa para hacer unas cuantas, así quede la casa como el campo de batalla de una guerra de piñatas. Navidad, cumpleaños de un amigo de mis hijos, quince años de la hija de los empleados de la finca… ya saben, ¡vamos a hacer las tarjetas!
Quiero que sepan lo lindo que es abrir un cajón y ver el arcoíris de tarjetas listo para escribir en él un te amo, te extraño, te pienso, mi más sentido pésame; solo bromeo. Las decoraciones de las tarjetas que recibes también te adornan el alma, mucho más cuando sabes que están hechas con tanto amor por la persona que te la dio.
En estos tiempos de agitación el estrés se asoma por todas partes, así como las diferentes terapias para combatirlo: chocolaterapia, aroma-erapia, masajoterapia, pues bien, yo he descubierto la tarjetoterapia. Hacer tarjetas es una delicia, además no hay nada mejor que enviar una por la razón que sea y te pregunten: ¿dónde la compraste? ¿qué? ¿la hiciste tú? ¡está divina!
En mi familia nunca se manda a empacar un regalo, sobra decir que comprar una tarjeta es prácticamente un crimen, además creo que el hecho de que las hagamos en casa le da un valor adicional a los regalos, de alguna manera dicen que no hacen parte de una simple formalidad.
A lo largo del año siempre hay una excusa para hacer unas cuantas, así quede la casa como el campo de batalla de una guerra de piñatas. Navidad, cumpleaños de un amigo de mis hijos, quince años de la hija de los empleados de la finca… ya saben, ¡vamos a hacer las tarjetas!
Quiero que sepan lo lindo que es abrir un cajón y ver el arcoíris de tarjetas listo para escribir en él un te amo, te extraño, te pienso, mi más sentido pésame; solo bromeo. Las decoraciones de las tarjetas que recibes también te adornan el alma, mucho más cuando sabes que están hechas con tanto amor por la persona que te la dio.